Soy muy feliz de haber estado en la misión

Hna Lourdes

 La Hermana Lourdes Rivera Flores nació en un pueblo llamado Padilla en el departamento de Chuquisaca; actualmente trabaja dirigiendo la cocina en la casa de las hermanas en Sucre. En el inicio de nuestra entrevista recuerda cómo despertó en ella la vocación de ser religiosa: "asistí a un retiro de jóvenes y ahí un sacerdote nos habló de la vocación de ser religiosa; le pregunté a una de las religiosas sobre la posibilidad de entrar a la Congregación y al escuchar su respuesta afirmativa despertó en mí la vocación de consagrarme y de amar al Señor. Hablé con mi familia, me dieron permiso y fui al noviciado, aquí en Sucre. Profesé mis votos como hermana contemplativa del Buen Pastor. Antes del año 1990 pasé a la vida apostólica, me cambie porque se cerró la casa de las hermanas contemplativas y las que querían se iban a Chile y las que no pues regresaban a sus casas o asumían la vida activa. Yo era amante de mi familia y no quería dejarla, por eso me quedé acá.

La vida contemplativa es bien sacrificada porque para poder sostener ese tipo de vida hay que trabajar duro. Nuestros trabajos eran bordados de escudos, estandartes, manteles, pañuelos y vestidos de santos, todo eso hacíamos y nos conocían muy bien, en eso trabajábamos para poder ganarnos la vida porque si uno está rezando todo el día no hay con qué alimentarnos. La vida apostólica también es bella, en la vida apostólica se me ha hecho más fácil mantener mi lado espiritual y trabajar mucho en las misiones que me han tocado cumplir.

 

Vida misionera en el Buen Pastor

Mi misión la he recibido con mucha alegría pero también con mucho sacrificio, no es fácil desplazarse de un lugar a otro. Primero fui al Colegio Inglés Católico donde hice cursos de catequesis, de ahí me mandaron a la misión del Beni, a Riberalta. En esta ciudad acompañé a la catequesis familiar, a los padres de familia de la Primera Comunión y después hice visitas familiares en el barrio marginal San Francisco, cada día mi misión era ir a visitar a las familias. El primer año fue un poquito difícil pero luego ya se hizo como familiar, ya me conocían, me contaban sus problemas, sus alegrías todo lo que ellos sentían y muchas veces he arreglado hogares que estaban por deshacerse o me contaban sus problemas entre parejas y entonces yo les aconsejaba. Las hermanas del Buen Pastor trabajaron más de 10 años en el Beni.

Después de Riberalta me fui a El Alto, en La Paz. Fuimos a abrir la casa de El Alto entre 4 hermanas: la hermana Sirey Falas que es una misionera que no está aquí en Bolivia, la hermana Rosa Apaza, la hermana Brenda Tudela que era del Beni y yo. La hermana Brenda murió en el Canadá. Esas cuatro hermanas fuimos a El Alto, apenas estuvimos un año y vino la hermana Yolanda Aramayo a quedarse en El Alto y a nosotras, a las mismas hermanas que inauguramos la casa en El Alto, nos mandaron a abrir la casa en Oruro: la hermana Sirey, Rosa y yo, menos Tudela, y una hermana Reina. Fundamos la Casa donde ahora funciona el albergue para los niños, en el barrio Miraflores. Esa fue nuestra primera comunidad, nos fuimos a vivir ahí cuando la estaban arreglando, no había agua, estaban poniendo los tanques y vivíamos en una estrechez única. En Oruro estuve entre 7 a 8 años y después de eso regresé al Colegio Inglés Católico por un año y luego me subieron nuevamente a El Alto. Ahí me busqué a algunas señoras y nos reuníamos una vez a la semana turnándonos en las casas y así comentábamos la palabra de Dios pero no solamente eso, también las señoras nos contaban de lo sucedido durante la semana, compartíamos como una familia.

En El Alto y Oruro comenzamos a trabajar con las mujeres que sufrían violencia intrafamiliar; en Oruro comencé a dar clases de pintura en la casa de Miraflores. Cuando inauguramos la segunda casa comenzamos nuestro trabajo con las prostitutas porque les invitamos a que aprendan algunos cursos y vinieron entre dos y tres, ahí les enseñé un poquito de pintura después poco a poco se fue organizando para ya ser el Centro para la Mujer. Después de ello fui acompañando a los grupos de la Legión de María, las acompañaba espiritualmente por que el Padre Tomás tenía tanto trabajo en la Parroquia San Pío que me pidió que lo reemplazara y así lo hice, algunas veces también desempeñaba el papel de párroco haciendo la celebración de la palabra puesto que eran muy pocos los Padres y no llegaban a Miraflores, por ejemplo.

Soy feliz de haberme consagrado al Señor

Me siento muy feliz y realizada, siempre tengo ese ardor de ayudar a las personas, de dar a conocer a Jesús a tantos jóvenes, hablar de la palabra de Dios, ese es mi carisma: hacer conocer a Dios.

Lo más gratificante para mí ha sido hacer mi trabajo pastoral, ayudar a tantas familias y mujeres, ayudarlas con esa palabra, con esa sonrisa. Yo soy muy feliz de haber estado en la misión, gracias a ello he conocido a muchas familias, algunas indiferentes pero que con el tiempo se han convertido y han sido más fieles a Dios, he arreglado muchos matrimonios y he compartido una linda amistad con el pueblo de Dios".

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