Por: Centro de Espiritualidad Buen Pastor
Con el Domingo de Ramos comenzamos a vivir la Semana Santa, semana en que revivimos el más grande acto de amor de Dios hacia la humanidad: la entrega de su Hijo Jesús, quien da su vida para salvar la nuestra. Sin embargo lo que parece tan obvio en nuestra fe y cultura cristiana católica, es menos claro y obvio para muchas personas que no comparten nuestra fe o que aún compartiéndola no son practicantes y estos días se constituyen en un feriado más que incluso puede servir de vacaciones. Es pertinente entonces preguntarnos:
¿Qué celebramos en Semana Santa?
Creo que la respuesta podríamos encontrarla en que nos centremos en estos días, en considerar el amor de Dios que le da sentido, no solo a las celebraciones litúrgicas, sino a todo lo que vivimos diariamente.
El amor de Dios es algo concreto, real y efectivo, se manifiesta en actitudes y acciones que favorecen en florecimiento de la vida, sanación, alegría y paz, para nosotros mismos y para los demás. Dios nos ama hasta lo infinito, hasta morir en cruz, pero antes del sacrificio extremo, nos enseñó a lavar los pies del hermano, la hermana, es decir, a servir de manera total y desinteresada a los otros, se presentó como modelo radical de entrega generosa en el servicio a los demás y nos mandó hacer lo mismo con quienes están a nuestro alrededor. La muerte de Jesús en la cruz, es el acto supremo de entrega generosa de quien está dispuesto a asumir el dolor y pecado de la humanidad, para redimirlo y transformarlo en vida nueva y definitiva, lo que se manifestará de forma extraordinaria el Domingo de Resurrección, en que celebramos la vida que resurge y se renueva impulsada por la semilla del amor que brota y fecunda la creación.