Por Marcela Rojas Maturana y Roberto Astorga Gallardo
Durante el 10 y el 13 de octubre, se desarrolló en la Casa de Ejercicios Loyola, de Padre Hurtado, el seminario sobre cultura vocacional, organizado por la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR). Contó con la presencia de 94 participantes de 17 países distintos y de diversas congregaciones religiosas femeninas y masculinas del continente. Religiosas/os, laicos/as y un grupo de jóvenes chilenos se dieron cita a este seminario para reflexionar en torno a la construcción de una cultura vocacional viva, desafiante y que responda a las urgencias de nuestros tiempos el seguimiento creíble de Jesús.
En representación de nuestra Provincia Bolivia/Chile, estuvimos presentes, Marcela Rojas y Roberto Astorga, ambos laicos chilenos. Este es nuestro testimonio y reflexión.
Durante este seminario fuimos llamados a redescubrir y sostener que Jesús, es vocación que encanta y reencanta. Fueron días para dialogar con honestidad, mirando las grietas que duelen en nuestra Iglesia, en nuestras Congregaciones e historias personales de seguimiento. Asimismo, fue posibilidad de reconocer esas luces transformadoras en nuestros espacios, como lo son el acompañamiento psicoespiritual y las opciones radicales en espacios de exclusión y vulnerabilidad humana.
En estos días desarrollamos el necesario ejercicio de escucha de la realidad: pudimos escucharnos en nuestras propias llamadas e historias de seguimiento; escuchamos testimonios de testigos creíbles como la hna. Nadieska Almeida (HC). El testimonio de la Hna. Nadieska, comenzó con dar cuenta de su proceso vocacional desde lo humano y espiritual, habló de sus dolores y alegrías, un caminar entre luces y sombras que nos invita a conocer en profundidad nuestro mundo interno y realizar procesos de sanación. Desde este paradigma, nos estremeció como realiza su misión en Cuba, la convicción profunda de que podemos ser testigos creíbles y desde ahí construir una cultura vocacional inclusiva y encantadora a través del acompañamiento a los jóvene que quieren caminar en la esperanza; en la escucha a los jóvenes de la Iglesia Chilena, reconocimos el llamado a, más allá de los formalismos o las grandes estructuras, “ser puente de amor” en los espacios en que nos encontramos.
Junto con estas escuchas pudimos visitar lugares que son fronteras humanas, donde habita el dolor y la exclusión toma rostro. Escuchamos con hondura realidades, como el centro penitenciario femenino, los adultos mayores que viven en exclusión y marginación de la sociedad, junto con conocer el trabajo de la fundación Don Orione y pacientes psiquiátricos. En todos estos lugares, logramos captar el cariño y compromiso de las personas que los cuidan y dignifican y valoramos el testimonio del Padre Hurtado y su legado en estos lugares de frontera.
A partir de este ejercicio de escucha y de compartir miradas, pusimos la creatividad al servicio de todos, para, más allá de compartir diagnósticos pesimistas, proponer estrategias que refunden nuestra esperanza en la juventud y en el Espíritu que siempre sopla y acompaña a nuestro pueblo y nuestras comunidades.
Todo el encuentro estuvo marcado por símbolos que nos permitieron entrar en las profundidades del alma; el compartir se dio en un ambiente de confianza y transparencia donde todos nos reconocimos protagonistas de una nueva cultura vocacional que nos haga testigos creíbles para los jóvenes tanto de los ambientes eclesiales como no eclesiales. En este contexto nos reencontramos con una Vida Religiosa Latinoamericana y Caribeña que quiere vivir la radicalidad del evangelio, reconociendo la necesidad de vivir el acompañamiento de procesos psico espirituales significativos y que asume la invitación a ser testigos creíbles para construir una cultura vocacional que - más allá de proponer recetas mágicas para sortear la crisis de vocaciones - encante con la vocación a la que nos llama Jesús en la diversidad de opciones, donde cada cual, cada joven, cada persona encuentre su lugar para ser feliz, desde el profético compromiso histórico en la misión de ser testigos del Resucitado.
Y una vez más reafirmamos que esta vocación se comparte en diversidad de dones y carismas: religiosas, religiosos, laicas y laicos hemos sido convocados para asumir unidos la tarea de proponer y construir una cultura que entusiasme y apasione con el Jesús del Evangelio.
Somos agradecidos de haber sido invitados a este seminario, pues, desde nuestra experiencia, estos días han tenido sabor a fraterna y honesta comunión, a terca esperanza en la fuerza tierna y renovadora de Dios, a sagrada fragilidad humana que se sostiene con otros y otras en los brazos del Buen Pastor.