Rezamos y celebramos la ascensión del Señor, y pareciera ser contradictorio ya que Jesús se va, dejando solos a sus discípulos, hombres y mujeres que se han mostrado desanimados, temerosos y dudando aún después de verle resucitado.
Es interesante ver la delicadeza de Jesús resucitado durante este tiempo pascual, ha sido un camino de preparación a la ascensión. Estas semanas que han pasado la Palabra nos ha mostrado la necesidad de la partida de Jesús, ya que, es preciso que venga el Espíritu Santo.
Los discursos de despedida de Jesús están cargados de preocupación, predilección y atención del Resucitado con la comunidad. Y desde esta predilección él se ha convertido en nuestro primer abogado ante el Padre, es quien nos defiende de nuestros males; él cree en nuestra humanidad porque la conoce, y nos anima a vivir a su estilo sabe que podemos ser mejores y vivir su Vida que es abundancia.
La Ascensión del Señor es manifestación de un amor entrañable de parte de Jesús. Desde nuestra experiencia hemos experimentado esta sensación de alejamiento de las personas que nos aman. Es como cuando una mamá deja a su hijo o hija en el primer día de clases, vemos como lloran ambos, sin embargo, esa experiencia que puede ser dolorosa es de un profundo crecimiento, de autonomía, de comenzar a relacionarnos y confiar en los demás.
Jesús nos deja para hacernos crecer, no es un maestro paternalista que nos quiere sujetos toda la vida como niños o niñas. Es el momento de crecer, de tomar en nuestras manos nuestro discipulado sabiéndonos acompañados y guiados por su Espíritu Santo.
Es por esto, por lo que es necesario que él vuelva al Padre para seguir intercediendo por nosotros y nosotras, sin abandonarnos, sin dejarnos solos, sino que nos regala otro abogado; el Espíritu Santo. Él como Jesús cree que podemos ser mucho más de lo que nosotros creemos, él nos enseñará, animará y transformará nuestro ser discípulos y discípulas.
En este tiempo de temor, inseguridad, de pobreza y muerte que estamos viviendo a causa del covid 19, la certeza de la presencia de Jesús hasta el fin del mundo es fundamental, es un regalo que puede devolvernos la esperanza, porque Dios mismo ésta en medio nuestro, aún en la distancia social que se manifiesta de manera dolorosa en la ausencia del contacto físico, no obstante, el Espíritu habita dentro nuestro, él nos hará creativos para estar cerca de aquellos que queremos; él nos hará volver a aquello que es fundamental: ser discípulos y anunciar esta presencia amorosa y creadora de Dios.
Hna. Carolina Madariaga M.