Tener vida en su nombre

El evangelista Juan nos sitúa en el tiempo de la desesperanza, y el temor a la persecución, por ello, es necesario mantener la puerta cerrada. Sin embargo, la fuerza del Resucitado destruye todo temor e incredulidad; nos hace a todos el regalo maravilloso que calma los miedos y devuelve la esperanza. El relato del evangelio nos dice: Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz esté con ustedes.» Fotografía 1: elmundo.es

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   Así como los discípulos se encuentran con las puertas cerradas por temor, pareciera que nosotros hacemos lo mismo al contemplar los conflictos, la violencia; la desconfianza en los acontecimientos políticos; la muerte de jóvenes cristianos en Kenia (Y tantos otros países). Desastres naturales: sequía al sur del país de Chile, hermanos que han perdido todo, incluso a sus seres queridos en el norte de país, por los aluviones provocados por la lluvia. ¿Qué hacemos? ¿Cerramos la puerta por temor que algo nos pueda suceder? 

Fotografía 2: biobio.cl

 No obstante, el Resucitado este domingo nos trae su Espíritu, y no viene a decir: La persecución se acabó. Sino, que en el temor nos regala la paz, 

¡Su Paz!. Abramos nuestras puertas y disfrutemos de la presencia real del Resucitado. Transformando nuestros espacios en lugares donde entra la esperanza, la compasión y la misericordia.

Fotografía 3: Capilla en la localidad de Cadeca, Bolivia.

Segundo domingo de Pascua somos enviados al igual que Jesucristo a anunciar que la Vida vence la muerte; enviados a denunciar y estar junto a aquellos que están con sus puertas cerradas, y con ellos salir a denunciar que la violencia no tiene la ultima palabra, que la desconfianza, el enriquecimiento fraudulento no triunfan sobre la verdad.

 

Somos testigos y gritamos con todas nuestras fuerzas a las sombras de nuestra historia: «Hemos visto al Señor.»

 

Hna. Carolina Madariaga



 

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