Pentecostés 2015.
Jesús había dicho a sus discípulos que no los dejaría huérfanos y que les enviaría el Espíritu de verdad quien les enseñaría y los haría comprender lo que Él les había revelado.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, (2,1ss) San Lucas nos describe a los apóstoles, discípulos y discípulas con María, orando en una casa el día de Pentecostés. De pronto el Espíritu se apodera de todos, se desata un viento fuerte, huracanado, que producía mucho ruido, un fuego se posa sobre ellos, y se produce un temblor de tierra. Toda imagen se hace pequeña comparada con la acción transformadora que realizará el Espíritu. El cambio que se opera en este grupo insignificante, con apóstoles llenos de miedo, es asombroso. Nadie esperaba algo de ellos y de pronto sus lenguas se destraban y con poder y audacia proclaman a Jesús muerto y resucitado que vive en la gloria del Padre. Ha llegado el Espíritu de Dios, y todo renace y se transfigura. La gente escucha el anuncio del reino en su propia lengua. Nace la Iglesia y el día de Pentecostés se manifiesta públicamente. La gente se convierte, se crean nuevas comunidades de hombres y mujeres que se aman como hermanos, que distribuyen sus bienes para que nadie padezca necesidad; permanecen unidos por una misma fe, un solo bautismo, un mismo Dios y Señor.
Espíritu de Cristo, con tu aliento divino dejaremos nuestras cobardías y llenos de libertad y gozo, anunciaremos que el amor derrota el pecado, y que tu vida vence a la muerte.
Hna. Angélica Guzmán Vicuña
Centro de Espiritualidad