San Juan Eudes, al reflexionar sobre la vida de Jesús en María y de María en Jesús, señalaba que: amar a alguien es aprender a conocerlo. Conocerlo cada día un poco más. Es entrar poco a poco en su vida. Amar a alguien es dejarlo entrar en mi vida. Nacer cada día un poco más a su pensamiento. Y llegar a ser un día uno con él.
Así, contemplando a María, como la que guarda en su corazón todo lo que hace la vida de su Hijo. Juan Eudes contempla a Jesús que está en ella. En María estamos invitados e invitadas a mirar el deseo de Dios de querer ser uno con nosotros: “Dios hizo al hombre a su imagen” y nuestro propio deseo de ser uno con Él. Por Jesús con Él y en Él.
¿Por qué debemos honrar el corazón de María?
¿Hay algo más querido en la vida de una mamá que la vida de sus hijos? Hacer elogios de su hijo es lo más importante que todo lo que concierne a ella misma. Su Hijo es la carne de su carne. Lo que es cierto para todas las mamás lo es también y aún más todavía para María. Honrar a María, es honrar a Jesús. Orar a María es orar a Jesús. Invocar a María es invocar a Jesús. Decir Jesús, es decir Padre. Jesús es el corazón del Padre. Jesús es el corazón de María. Él es el corazón de su corazón.
María llevó y lleva a Cristo en su corazón
Ser bautizado es dejar “formarse” día a día a “Jesús en nosotros”. Contemplando a María estamos bajo los ojos de una mujer de nuestra raza que ha caminado en la fe, descubriendo día a día la voluntad de Dios, el deseo de Dios, “no vivir sino para Dios”, nutriéndose de este deseo que es toda su alegría porque es la alegría del Padre. Nosotros también, según la gracia particular que Dios nos hace, somos llamados a decir: “Es Cristo quien vive en mí”.
Itinerario espiritual para hoy con San Juan Eudes