Un recuerdo agradecido

Jesús, el Buen Pastor, me ha colmado en estos días, con su gracia y con un regalo muy singular. Me permitió celebrar, junto a las religiosas del Buen Pastor, el anhelado acontecimiento de la fusión de dos congregaciones, surgidas, por decirlo así, de una misma fuente inspiradora, pero que habían seguido, con el tiempo, por cauces separados.

Me permitió vivirlo en la comunidad de Iquique, junto a las muy queridas hermanas Emita, Estelita, Fidelisa, Sonia, Angélica María, Carmen y Rosita Abello, con quienes habíamos compartido por años, tiempo atrás, en la comunidad de Chillán. Pude acompañarlas con afecto y emoción en cada uno de los momentos de celebración. Especialmente en la Eucaristía, junto a otros sacerdotes, en la cual pude reflexionar, a la luz de la fiesta y la Palabra, sobre el mensaje que el Señor nos entregaba. Fui, después, testigo de la alegría en la convivencia, muy fraterna, que siguió a la santa Misa en uno de los patios. Fui enriquecido con el testimonio de las personas convocadas: todas comprometidas y penetradas del espíritu de acogida, delicadeza y ternura del Buen Pastor en las tareas que han asumido. En la intimidad de la comunidad, en comunicación fraterna, admiré una vez más la rica experiencia de cada una de las hermanas en desafíos nuevos que han debido afrontar y en tareas distintas a las de épocas pasadas. Ha sido admirable su adaptación a exigencias nuevas, siempre con el mismo espíritu de consagración y el corazón lleno de ternura. Conocí más de cerca la Casa de Acogida y el hogar para los infectados con el VIH, conocí a algunos de ellos y a los voluntarios y voluntarias verdaderamente admirables. Pude compartir los momentos de oración en comunidad. El 30 de Junio, en la Eucaristía, elevamos un himno de gratitud al Señor por todas las religiosas de la Congregación, especialmente por las de la Provincia Bolivia/Chile e hicimos un emotivo recuerdo de tantas religiosas llamadas ya a la Casa del Padre. He revivido muchos recuerdos, he vuelto a agradecer muchas delicadezas y bondades, he evocado un caminar juntos por años, he sentido renovada una amistad sincera y profunda y he recibido un fuerte estímulo para seguir con alegría, junto a las queridas y ejemplares religiosas, en las huellas de Jesús, el Buen Pastor. Me uno a todas las religiosas del Buen Pastor con mi permanente oración, con mi sincero cariño y mi profunda admiración.



P. Raúl Manríquez I.