Hna. Paula realizó su experiencia internacional en Ciego de Ávila, que es una provincia cubana conocida como la ciudad de los portales y cuna de la locución cubana. Ubicada en la parte central de la isla de Cuba, limitando al oeste con Sancti Spíritus, al norte con el Estrecho de la Florida, al este con Camagüey y al sur con el Mar Caribe.
“Todos somos maestros y alumnos”. Pregúntate: ¿que vine aprender aquí y que vine a enseñar? (Louise Hay)
Con esta pregunta inicié mi llegada a Cuba mirando mi alrededor, confiando en Dios “a veces”, tengo que decirlo, porque se venía encima una realidad poco entendible, para el que viene desde fuera de Cuba y para los que están en otros países.
En las siguientes semanas, comencé a preparar el terreno según mi esquema mental pero nuevamente el Señor me iba sorprendiendo y desarmando todo lo que yo acostumbraba a realizar en alguna Parroquia o misión específica, aquí todo se desestructuraba.
Y así, fui dando pasos en una comunidad intercultural presente en Cuba llena de riquezas de distintos países de Latinoamérica, tales como Ecuador, Costa Rica, Colombia, México y Chile. Presentada ya en la Diócesis, me pidieron apoyar y acompañar los retiros de los Jóvenes de esta junto a otras religiosas y el nuevo Obispo de Ciego de Ávila, así fui descubriendo el amor de Dios en medios de una tierra desconocida en donde me tuve que sacar las sandalias porque estaba pisando tierra sagrada y donde el Señor también me llevó al desierto y ahí me habló al corazón.
Y se iba aumentando la lista más países; hermanos Sacerdotes, hermanas consagradas, de distintos rincones del mundo, se hacían cooperadores en la misión en una tierra en el que Dios esta desterrado o estuvo por mucho tiempo silenciado donde comenzaron a arar la tierra y a sembrar.
La misión consistía en algo no tan extraordinario, pero si lleno de sentido para recuperar la fe y la confianza de las generaciones extirpadas de Dios. Las personas se aferraron a la Virgen de la Caridad del Cobre patrona de Cuba y así comenzaron a celebrar su fiesta el 8 de Septiembre, a dar catequesis para adultos en el camino del catecumenado, confirmación para jóvenes, catequesis para niños, acompañamiento espiritual, infancia misionera, acompañamiento a los enfermos y a personas solas, y las familias, bautismo, entre otras.
Conocí la realidad cruda, de soledad, enfermedad y de sin sentidos, poco amable, pero mi corazón se llenaba de gestos amorosos, de sonrisas gratuitas, de saludos desconocidos, de solidaridad, de fraternidad, de comunidad, de juventud, de inocencia, de amistad y hermandad.
Mi experiencia fue acompañar, en la Diócesis de Ciego de Ávila, a los Jóvenes en los retiros, en la zona Pastoral de Venezuela y algunos días ayudando en el comedor de la capilla Sagrado Corazón de Jesús. Otros los dedicaba a la catequesis y en el mismo sector visitaba a los enfermos, personas solas, y familias en proceso de duelo. La catequesis la daba en la casa de Misión de Macizo Cañero, comunidad de niñas del Quince y medio, catequesis en Jagueyal, formación de Laicas en la comunidad de la Isidora, además participe dos veces en los encuentros de junioras de nuevas generaciones, paseos comunitarios y reuniones en la diócesis y así se pasaron casi diez meses de ardúo trabajo y llena de maravillosas experiencias de misión que me han ayudado de forma personal, espiritual y comunitaria en el camino de seguimiento a Jesús Buen Pastor.
Quiero darle las gracias a la Provincia por tan maravillosa experiencia que me permitieron vivir, por las oraciones, correos, cartas y llamadas que fueron fundamentales y de mucha importancia en los momentos más difíciles como por ejemplo en el del huracán Irma y en otros momentos que quedaran tatuados en el corazón.
[widgetkit id=39]Hna. Paula Cantellano.