"Como él irán a Emaús a buscar ovejas fugitivas, y, cumpliendo con ellas las funciones de buen pastor, volverlas al redil. Su tarea es difícil pero es grande, noble y divina, a los ojos de la fe. No deben acobardarse por los obstáculos".
Santa María Eufrasia
Una de las cosas más bellas de hacer parte del proyecto de Dios en la historia es experimentar el llamado a dejar un legado con la capacidad de generar cambios en la diferentes realidades en las que se construye la sociedad. Una de las razones por las cuales la iniciativa de san Juan Eudes dio tantos frutos para la Iglesia fue por resignificar la relacionalidad entre Jesús y el ser humano; el santo comprendió que ser cristiano implicaba el auténtico compromiso de formar a Jesús a tal punto de desear asumir como propios su vida y su corazón.
Tal cambio de perspectiva, él quiso impregnarlo a la obra que estaba consolidando, pues estaba convencido de que la renovación de la Iglesia dependía ante todo de volver la mirada a Dios para hacerse su instrumento, y no de convertirlo a Él en instrumento a favor de sus propios intereses, a tal punto de perder la autenticidad de la vida cristiana fundamentada en orar, trabajar y ejecutar cualquier acción al estilo de Jesús.
Santa María Eufrasia, quiso ser instrumento de Dios porque encontró en la propuesta de Juan Eudes una opción por los pobres y los marginados, y se comprometió con esa inclinación, para seguir no solo el legado del padre Eudes, sino el de Cristo, siempre dispuesto a salir al encuentro de los más necesitados.
La mayor ocupación de la hermana María fue tener la misma mirada del Buen Pastor, que se ocupa de cada oveja para levantarla, sanarla, y asumir sus cargas. Después de 151 años de su pascua, recordar su vida ha de motivar a cualquier cristiano a luchar por la dignidad de cada persona, que en su corazón anhela experimentar la presencia de Jesús.
Rosa Virginia Pelletier “Santa María Eufrasia”.
Rosa Virginia nació en el norte de Francia el 31 de julio de 1796. Ingresó en la Orden de Nuestra Señora de la Caridad, convento fundado por san Juan Eudes en 1641, donde toma el nombre de María Eufrasia. Apasionada por la vida que llevaban estas hermanas religiosas, quiso multiplicar su estilo de vida y lograr expandir esta misión a todas las naciones.
San Juan Pablo II recuerda este acontecimiento como “la disposición en su corazón de abrirse al mundo para despertar poco a poco el deseo de salvar almas y llevar una acción misionera” (Juan Pablo II, Mensaje a la Reverenda Madre Liliana Tauvette con ocasión del segundo centenario del nacimiento de Rosa Virgina, 31 de julio de 1996).
María Eufrasia fundó en el transcurso de su vida 110 casas en todos los continentes. Murió en Angers, el 24 abril de 1868. Fue beatificada en 1933 por Pío XI y canonizada en 1940 por Pío XII.
Hoy las Hermanas Activas del Buen Pastor y las Hermanas Contemplativas del Buen Pastor sirven en 65 países, abrazando el mundo con su celo por la salvación de todas las personas.
Meditación: Ser imágenes vivientes del buen pastor
Jesucristo, el Buen Pastor, es el modelo que debemos tratar de imitar para adquirir la perfección de nuestro estado. Puesto que él se dignó asociarnos a su obra y nos ha colocado, para hacer sus veces, en el redil en donde ha reunido tantas ovejas infortunadas, es deber nuestro formarnos según su espíritu y vivir su misma vida.
No pueden hacer el bien, queridas hijas, ni tienen el espíritu de su vocación sino cuando tengan los pensamientos, sentimientos, afectos del Buen Pastor. De él deben ser imágenes vivientes.
Ahora bien, ¿qué ha dicho Cristo de sí mismo? He venido a salvar lo que estaba perdido (Lc. 19, 1 0)? Y ¿qué ha hecho? Ha seguido en pos de los pecadores con solicitud de padre, ha soportado toda clase de fatigas para hacerlos regresar a él. ¡Recuerden la bondad inefable con que acogió a la Magdalena! Véanlo sentado sobre el borde del pozo de Jacob; está fatigado y descansa un poco; es que está esperando un alma; quiere convertir a la samaritana.
Considérenlo después de su resurrección: sigue ejerciendo su oficio de Buen Pastor; va en busca de dos ovejas que, desconsoladas y tristes, abandonan Jerusalén, la ciudad de la paz, para irse a Emaús, castillo de confusión. Se junta con los dos discípulos cuya alma estaba consternada y su fe vacilante, y marcha con ellos, sin ir más aprisa ni más lento. Toma parte en su conversación, se adapta a su debilidad, para instruirlos e iluminar las tinieblas de su espíritu.
Este es el ejemplo, amadas hijas, que debemos imitar, porque están destinadas a llegar a ser otros tantos buenos pastores. Es necesario que imiten la abnegación, el espíritu de caridad y de celo del mismo Jesucristo. Como él irán a Emaús a buscar ovejas fugitivas y, cumpliendo con ellas las funciones de buen pastor, volverlas al redil.
Su tarea es difícil, pero es grande, noble y divina, a los ojos de la fe. No deben acobardarse por los obstáculos. A veces Dios mismo los pone ante nosotros para reavivar nuestro celo cuando nos tienta la tibieza. El objeto de nuestros pensamientos, deseos, palabras y acciones debe ser la salvación de nuestras queridas ovejas, a ejemplo de nuestro Salvador, cuyos pensamientos, deseos, palabras y obras no tenían otra meta.
Por lo demás, las maravillas que obra a menudo en ellas nos muestran claramente cuánto desea su salvación. Estén, pues, llenas de un celo santo para salvar estas almas confiadas a sus cuidados. Que ésta sea la ocupación de su vida. Que este pensamiento las acompañe en sus oraciones y las haga más fervientes, en sus comuniones para animarlas de los más santos afectos, en el cumplimiento de sus deberes para que ardan siempre más con el fuego de la caridad y del celo.
No olviden que para trabajar útilmente en la santificación de las almas es preciso ser santo, ser todo de Dios, no pensar en sí mismo ni en las criaturas. Jesucristo las ha escogido, las ha asociado a su misión en medio de los pueblos para que produzcan frutos: frutos de conversión y de salvación.
Así atraerán sobre ustedes bendiciones y gracias abundantes. Háganse, pues, dignas de su sublime vocación mediante un celo ardiente, activo, vigilante, y por una caridad sin límites, tomando siempre como modelo al Pastor de los pastores.
(De las pláticas de santa María Eufrasia Pelletier 6: Angers, 1907, 39-31.)
¡Santa María Eufrasia, ruega por nosotros!
Elaborado por el Centro de Espiritualidad Eudista Unidad CJM