Parece que el Señor tuvo siempre una predilección particular por el dulce nombre de pastor…
quiso que los primeros en adorarle, fuesen no solamente pobres sino pobres pastores.
¿Y por qué esto? La conducta que guarda un pastor con su rebaño refleja,
con más perfección que cualquier otra,
la ternura y la solicitud de este Dios tan bueno con sus criaturas…”
Santa María Eufrasia.
Conferencias, Cap. 6
La imagen de pastor que nos muestra el evangelio de Juan 10, habla de la calidad de las relaciones y del contenido de ellas; habla del qué, del por qué y del para qué de una relación; habla de todo lo que alguien puede y debe hacer por otro para ofrecerle bienestar y calidad de vida. Por eso la imagen es perfecta para hablar de la relación entre Jesús y nosotros. Quien quiera saber en definitiva quién es Él, cuál es su realidad más profunda, debe contemplar sus actitudes y acciones de Pastor.
En el texto donde Jesús se muestra como buen pastor, se destaca el verbo “no dejar arrebatar” de la mano (que en realidad es “proteger”, “ofrecer seguridad” en el peligro) Éstos en realidad son variantes del gran verbo: “Amar”. Jesús es el Pastor enamorado de sus ovejas y completamente entregado a ellas. Su inmenso amor ilumina, rescata, purifica y dilata el nuestro. Al verlo así, entendemos que nuestra vida necesita de Él. “(Mis ovejas) no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano”(Jn.10,28b) Ninguno de los que entra en este tipo de relación con Jesús irá a la perdición ni podrá ser arrebatado de la mano de Jesús, porque Él es Buen Pastor. La relación con Jesús da vida y seguridad.
El Buen Pastor nos lleva muy dentro de Él. Ya, desde ahora, nuestra vida está en manos seguras y su protección es más fuerte que todas las fuerzas del mal que traen la ruina y la destrucción. Si Jesús nos protege, no podemos perdernos, nada puede vencer su mano protectora extendida sobre nosotros. Su vida entera está en función de la nuestra. Jesús no es un personaje frío o indiferente, sino uno que nos busca, nos conoce, nos ama apasionadamente y hace por nosotros lo que ningún otro podría hacer. Jesús es el Pastor que nos invita a vivir una relación intensa, profunda y estable con Él. Pero esto no sólo vale para nuestra relación con Jesús. Todo discípulo/a del Señor aprenderá a ser pastor de sus hermanos, prolongando esta identificación de amor y de obra que caracteriza la relación del Padre con Jesús y de Jesús con los suyos. Estamos llamados, en todas nuestras relaciones, a inspirar seguridad y confianza. El Evangelio quiere impregnar en nosotros una renovada confianza en Dios. Jesús es el Buen Pastor que no deja de decirnos: “Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33).Por tanto, protegidos por Jesús, nuestro Buen Pastor, estamos seguros en las manos de Dios, quien está por encima de todo.
Eres un gran pastor...esperas y pastoreas desde dentro
Eres pastor humilde...
Prefieres las ovejas más débiles e indefensas, las heridas y maltratadas, las “sobrantes”.
Hacia fuentes tranquilas Tú me conduces,
hacia fuentes tranquilas, ¡bendito seas!
Eres pastor que conoces nuestros nombres...el de cada niño o niña vendida o mutilada,
el de cada mujer engañada y prostituida, encarcelada,
el de cada inocente condenado, el de cada hambriento o migrante
Eres pastor que gozas y te entusiasmas...con las ovejas limpias y transparentes,
con las que escuchan y guardan tus palabras, con las que son alegres y amistosas,
con las humildes y las serviciales, con las que comparten lo que tienen,
con las que son perseguidas por tu Nombre. ¡Buen Pastor!
También yo quiero ser tu pastora... pero me falta tu estilo, tus gestos, tus modales...
Dame el amor, la creatividad, la osadía para ir como Tú a los márgenes
Centro de Espiritualidad Buen Pastor
Dame la confianza en que Tú me precedes, te las juegas por mí.
Tu bondad me acompaña, Tú vas conmigo, tu bondad me acompaña, ¡bendito seas!