En la fecunda vida misionera de san Juan Eudes, uno de sus grandes empeños fue reavivar la vida cristiana en las personas y en el entorno, transformándolas en testigos de la ternura de Dios.
Como sacerdote, predicó el Evangelio de Jesús durante toda sus largas y fecundas correrías misioneras. Vivió con el deseo constante de despertar la fe y el amor de Dios en las personas. Ese servicio de la palabra corría parejas con un servicio de acompañamiento espiritual de las personas y de las comunidades…
Entre sus muchas obras escribió especialmente una destinada a personas en búsqueda de Dios: “Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas”. Este libro conoció en vida de Juan Eudes, al menos 30 ediciones. “No es un libro de teología espiritual, sino más bien un grueso manual práctico de vida cristiana destinado a todos los fieles, y en primer lugar para los cristianos laicos, para ayudarles a caminar hacia la santidad “continuando y aplicando la vida de Cristo” (P. Milcent)
Este hombre, con corazón de fuego y apasionado por hacer conocer el evangelio, tenía el acuciante deseo de “hacer amar a su muy querido Jesús, servir a la Iglesia de Jesús, restablecer la gracia, el espíritu y la vida del cristianismo que está apagado, hoy en las mayor parte de los cristiano”. Y aunque en su tiempo todo el mundo estaba bautizado, él se dio cuenta, en el transcurso de sus misiones, de que había una gran ignorancia sobre este sacramento.
Presentaba el bautismo como un contrato de la persona con Dios. Contrato en el que, con una mirada de amor para cada uno de nosotros. Jesús, el Hijo, nos hace participar en su vida; el Espíritu Santo, o más exactamente, el Espíritu de Jesús, se nos da para ser el espíritu de nuestro espíritu, el corazón de nuestro corazón.
Se trata de una Alianza más maravillosa, nos dice Juan Eudes que, la del amigo con su amigo, los hermanos con sus hermanos, el niño con su padre, la esposa con su esposo. Alianza que nos compromete a nosotros con Dios. Para vivir en conformidad con nuestro bautismo, es necesario renunciar a todo lo que es obstáculo a la vida de Cristo en nosotros, y vincularnos a Él: “Ser cristiano es hacer profesión de Jesucristo, vivir de su vida, ser animado por su espíritu”.
En Vida y Reino Juan Eudes nos recuerda a todos los cristianos/as, que nuestra vocación es la santidad: “Ser cristiano y ser santo es la misma cosa; cualquiera que lleva el nombre de cristiano está obligado a seguir a Jesucristo en la santidad de su vida y sus costumbres”.
Eso es lo mismo que nos ha dicho el papa Francisco en su exhortación apostólica, “Gaudete et Exultate cuando dice: “Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano. (..) En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas”.
Juan Eudes insiste en que la santidad no consiste en no tener pecado sino en corresponder a la llamada de Dios con y en nuestra vida. El Bautismo es para cada una, cada uno una llamada a la santidad “porque ser cristiano, es continuar la vida de Cristo en nosotros”, llegar a ser la imagen viva de Jesús. Y estar bautizado es hacerse manos, mirada, rostro y boca de Jesús en cada instante, hagamos lo que hagamos.
Juan Eudes nos proporciona medios sencillos hacer camino de santidad, darnos a Jesucristo y dejar que él crezca en nosotros/as. Siguiendo a Pablo, afirma que la meta es que “Jesús sea formado en nosotros”, y que nosotros nos demos prisa en llegar a ser su imagen viva en nuestro aquí y ahora. Y nos propone algunos ejercicios “para vivir cristianamente y santamente” cada etapa del año y santificar nuestro tiempo.
Así, poco a poco, cada uno(a) de nosotros y todos juntos/as, seremos, paso a paso, otros tantos Jesús, como dijera mucho antes que él, San Agustín de Hipona, afirmación a la que Juan Eudes supo darle un sentido y un alcance más profundo y exigente. Ojalá que nuestros corazones se dejen penetrar también por ese fuego apasionado que lo distinguió durante toda su vida.
“Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales”.
(Gaudete et Exultate)
Centro de Espiritualidad