En tu nombre ¡oh Dios!, te doy gracias por cada bendición que recibo cada día.

Bogotá/Colombia

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A casi un mes de haber llegado a estas tierras cálidas y de una naturaleza exuberante, siento de verdad que este tiempo para mí ha sido un gran regalo de la bondad de Dios.

Momento de agradecer:

Agradezco a la Provincia que ha permitido este agasajo para mi formación religiosa y humana.

A mi Provincial y Consejo;

A mi comunidad que con desprendimiento me apoyan para que yo pueda seguir creciendo en el amor a Dios;

A Angie, una joven colombiana que nos encontramos en el avión, me dio pista para desenvolverme en la ciudad, no conforme con ello, pide un Uber para mí y llama a la comunidad para cerciorarse que yo había llegado sin novedad;

A la comunidad de las hermanas Oblatas de Betania, que me acogieron y se preocupan de mi bienestar;

A mis tres profesores, que con sabiduría, experiencia y un gran amor a la Iglesia nos han puesto al día en la teología de América Latina, la bioética y su impacto en el ser humano y ahora en esta última semana el obispo de San Cristóbal de Venezuela con su bondad de Pastor, nos exhortó a actualizar la pastoral, teniendo como punto de inflexión la Sinodalidad y el servicio al Reino con las actitudes del Buen Pastor.

En las calles y con el pueblo bogotano…

En este recorrido por estas calles de Bogotá, pude compartir un día en la Sede Provincial, asistir a la Fiesta de San Juan Eudes en Valmaría y también con mis hermanas de la casa del Refugio en el Sector Santa Fe de Bogotá: Con la feligresía se recibió al nuevo Párroco y un almuerzo a beneficio de las obras sociales de dicha parroquia: Sancocho, lechona y asado para disfrutar en familia.

Chiquinquirá y bajar a las profundidades de la Catedral de la Mina de sal ha sido un regalo que de verdad demuestra todo lo hermosa que es la ciudad de Bogotá, Colombia.

Desde esta maravillosa experiencia, ¡Gracias Señor porque cada día renuevas y haces nuevas todas las cosas!

Hna. Aída Armijo Abarca.