YO ME HE CONSAGRADO TODA PARA LA MISIÓN
La hermana María Leticia Cortés sintió fuertemente el llamado a la vida consagrada cuando tenía 16 años en La Serena, Chile. Actualmente, vive en San Felipe, ciudad donde se fundó la primera Casa de la Congregación del Buen Pastor de Latinoamérica y desde donde dirige el Centro de Espiritualidad del Buen Pastor.
Cuando le preguntamos cómo evaluaría su vida religiosa ella señala: “ha sido un camino hermoso donde realmente, a medida que lo he ido recorriendo se ha ido fortaleciendo en mí. Cuando digo hermoso no significa que no ha estado exento de dificultades. He vivido momentos difíciles, muy fuertes, muy dolorosos, pero lo dice Jesús: la discípula no puede ser más que el maestro. La entrega es radical, hasta la cruz. La cruz muestra cuanto amas. Además su gracia está siempre allí actuante y por ello le doy infinitas gracias. Él es mi Pastor, nada me falta”.
DESDE SIEMPRE TUVE LA INQUIETUD DE LA VIDA CONSAGRADA
Con esta frase la hermana Leticia recuerda el inicio de su vocación: “mi vocación se hizo sentir con más fuerza cuando tenía 16 años, mi familia vive cerca del Buen Pastor en La Serena y las hermanas me llamaban la atención. El mismo Jesús buscó la forma de que entrara en contacto con ellas. En una ocasión, me mandaron a matricular a mi hermana menor al colegio que las hermanas tenían cerca de casa y la directora de ese entonces, hermana Gabriela Gumucio, me dijo: “tienes cara de monjita” y… era justo el espacio que yo necesitaba para decirle que sí, que a mí desde siempre me atrajo la vida consagrada. En ese mismo momento me entrevisté con la provincial, hermana María Teresa Composano. Le dije que iría la próxima semana ya para quedarme en la Congregación, pero al llegar a casa y avisarles a mis papás mi decisión, ellos se opusieron. Mi papá fue muy sabio, me dijo: “usted estudia y cuando termine su educación media se va, pero termine de estudiar”. Yo me quedé tranquila con eso esperando el momento y desde ahí quedé súper enganchada con las hermanas. Empecé a visitar el colegio, incluso me pidieron que hiciera reemplazos en historia y castellano que eran mi fuerte.
Cuando termine el cuarto medio les recordé mi vocación a mis padres; a mi mamá le dio ataque, yo creo que ella tenía una mala imagen de las religiosas, para ella las personas que estaban en el convento eran mujeres cobardes que no querían enfrentar la vida y ella me decía que no había formado una hija para que tenga una vida así. Por mi parte yo sentía y estaba convencida que esa era mi vocación. ¡Me sentía tan bien cuando visitaba a las hermanas! La mayoría de edad, en esos tiempos, era a los 21 años pero yo no podía esperar tres años más. Así que en el verano, decidí arrancarme de mi casa. Me acuerdo que empecé a armar mis cosas de a poquito y un día, 22 de febrero, le dije a mi mama: “mamá voy a ver a una de las hermanas” y me fui.
Al llegar a la Congregación les dije que mis papás no me habían dado permiso, hicieron un consejo para ver si me aceptaban o no, ellas me recibían pero si mis papás venían a buscarme me entregaban. Ya me tenían desde hace dos años atrás el uniforme así que fueron a buscarlo. En ese tiempo, en la casa del Buen Pastor, había una gruta abierta a la gente y estaban rezando a la Virgen, cuando yo llegué me presentaron a la Virgen y ese fue mi ingreso. Sufrí tremendamente no ver mi familia, sólo al cabo de cuatro meses de permanencia en la Congregación me fueron a ver mis hermanos. Fueron los regalones de las hermanas, me iban a ver todos los sábados y ellos fueron los únicos que rompieron la clausura.
A los ocho meses fui admitida para recibir el hábito, una ceremonia muy hermosa, vestida de novia junto a ocho hermanas más. Durante la ceremonia yo sentía los sollozos de un hombre y después me di cuenta que era mi papá el que había estado llorando toda la ceremonia. Él dice que era tanta la emoción que no podía contener el llanto, y de hecho, cuando me abrazó me dijo: “mira hija si tú eres feliz aquí, yo también lo soy”.
SE INICIA LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL, LA EXPERIENCIA APOSTÓLICA
Después del noviciado (dos años) con todo lo que significó como crecimiento y experiencia espiritual y también experiencia apostólica con las chiquillas profesé mis primeros votos. Y ahí apareció mamá. Nos abrazamos, lloramos; ella me compartió y me contó todo lo que le había costado aceptar mi vocación. No dormí en toda la noche con tanta emoción, sentía que mi corazón estallaba. En la ceremonia estuvo toda la familia. Una de mis tías tenía una pastelería, sabía hacer pasteles exquisitos, e hizo una torta de varios pisos para esta ocasión. Éramos seis mujeres que profesamos y mi tía hizo seis palomitas que fueron colocadas en los distintos pisos de la torta y en el último piso colocó un cáliz y una palomita bebiendo de él. “Ésta que está bebiendo de la sangre de Jesús eres tú”, me dijo y fue profetisa la tía porque a lo largo de mi vida he tenido que beber el cáliz hasta el fondo.
Estudie teología y luego pedagogía básica con especialidad en castellano. Mi primera misión fue en el colegio y hogar de La Serena. Estuve tres años hasta que llegó el momento de hacer mis votos perpetuos en el año 1971. En ese mismo año comenzó mi itinerario misionero: Ovalle, trabajo en escuela, pastoral juvenil. Luego la hermana superiora fue trasladada a Iquique y me pidió que me fuera con ella y así fue. Las chiquillas en esta ciudad eran muy difíciles, además estaban en un sistema muy cerrado. Eran chiquillas con muchas complicaciones de vida, varias niñas experimentaban violencia sexual en las calles así que tuvimos que hacer todo un cambio de sistema. Me costó mucho, esa fue la primera experiencia apostólica más fuerte que tuve. Gracias a la ayuda, al apoyo y a la apertura de la Animadora, la hermana Guadalupe Penagos, pudimos cambiar el sistema: nada de llaves, las chiquillas empezaron a ir al colegio y les entregábamos mucho estimulo; estuve cinco años en Iquique.
De ahí empecé con mayores responsabilidades: servicio de animación en la comunidad de La Serena y luego en Copiapó. A nivel de Iglesia, tengo experiencias muy lindas en Copiapó, aprendí mucho, entendí más la pertenencia como hermana consagrada del Buen Pastor a la Iglesia y cuánto de vida podemos aportar a ella si vivimos fielmente el carisma y la misión que Dios, como hermanas del Buen Pastor, nos ha encomendado.
UN ANTES Y UN DESPUÉS DE LA CASA MADRE
En el año 1986 la hermana General, Gema Cadena, me llama a integrar la primera Comisión de Espiritualidad que se creó a nivel Congregación junto con cinco hermanas de otros países, así que me fui a la Casa Madre por cuatro años. Fue una experiencia marcadora para mí y desde ese momento yo hablo de un antes y un después de la Casa Madre. Encontrarme, sumergirme en el corazón de Santa María Eufrasia, su vida, espiritualidad, carisma, en su pedagogía, tener la posibilidad de ahondar, de profundizar en su legado fue una experiencia de madurez, de conversión y crecimiento.
El gran objetivo que se nos dio fue responder a la interrogante de ¿qué es lo que aportó Santa María Eufrasia a la espiritualidad de San Juan Eudes? Bueno, lo que hoy día parece tan obvio, es que simplemente el gran aporte de la Santa Madre fue el haber descubierto en Jesús Buen Pastor la misericordia del Padre eso fue lo más distintivo en ella. Además de concretizar el deseo de Jesús: “que todos sean uno Padre como tú y yo somos uno”, al fundar una congregación con dimensiones universales. Y lo otro es que ella empezó a abrirse a otras posibilidades apostólicas como dar acogida a niñas en situación calle. En realidad para ella, el vivir y el hacer encarnar la misericordia estaba justamente en las personas más marginadas.
EL LLAMADO DE DIOS FUE DÁNDOSE DE UNA MANERA TAN PROVIDENCIAL
Lo más significativo para mi vida, como hermana del Buen Pastor, fue que durante la estadía en Francia usamos como método primero partir de cero, nos pusimos en la actitud de que nosotras no sabemos nada e hicimos todo un Itinerario diario, de ir leyendo todo lo que había sobre Santa María Eufrasia pero también mirándonos nosotras mismas, nuestra propia historia y además de eso ir traduciendo esos pasos. Por ejemplo, estudiamos y reflexionábamos la infancia de la Santa Madre y nos trasladamos a Noirmoutier para ir haciendo la sistematización de lo que fue su infancia, qué le marco a ella y cómo el paso de Dios y el llamado de Dios fue dándose de una manera tan providencial y cómo también se dio en nosotras, en nuestra propia vocación. Me di cuenta que Dios también nos va formando, preparando. Detrás de cada una de las personas, lugares hay toda una historia que te va llevando sin que tú te des cuenta, son situaciones, acontecimientos en los que Dios se vale para decirte qué quiere de ti
Me acuerdo por ejemplo, y esto lo descubrí justamente comparando lo que fue la infancia de la Santa Madre con la mía, cómo los llamados de Dios se hacen presentes, tangibles en nuestra vida cotidiana. Mi papá era minero y la primera parte de mi vida, hasta los 12 años, la vivimos en dos campos mineros. Cuando tenía siete años nos fuimos a una minera Los Mantos, Yo volvía a mi casa después del colegio y veo al final del campamento una monjita (en el campamento no había monjitas). Después supe que era una hermana que iba a ser promoción vocacional al pueblo y que estaba visitando justamente a una chiquilla que ingresó al Buen Pastor. Después, supe que era la hermana Paulina Salinas la que después fue mi formadora. Cuando estas situaciones una las mira desde la fe, a la luz de este proyecto que Dios tiene sobre la vida de una, una se siente impresionada. ¡Qué increíble! y lo más impresionante fue que después, cuando nos cambiamos, mis papás compraron casa ya en La Serena y quedamos cerca de las hermanas del Buen Pastor. Este iluminador ejercicio que hicimos en relación a la vida de la Santa Madre y en relación a nuestra propia historia, a nuestra vocación despertó en mí una gran gratitud. Nada es casualidad, todo es providencia, manifestación de la ternura de Dios en el camino. Dios te va llevando, conduciendo sin que te des cuenta, igual que le sucedió a nuestra querida fundadora.
SURGE UN NUEVO RETO: EL NACIMIENTO DEL CENTRO DE ESPIRITUALIDAD DEL BUEN PASTOR
Viviendo allá en la Casa Madre empecé a pensar que el Buen Pastor en Chile, al ser la primera fundación en Latinoamérica, es depositaria directa de toda la herencia espiritual de la Santa Madre porque todas las hermanas que vinieron de Europa, desde la Casa Madre a fundar las seis primeras comunidades, fueron hermanas formadas por la Santa Madre. Entonces pensé, nosotras tenemos una deuda y allí surgió la idea de crear un Centro de Espiritualidad. Cuando llegué a Chile mi idea era justamente dedicarme a organizar el Centro de Espiritualidad pero me pidieron que me hiciera cargo de las juniora y además directora de los hogares, en la Aldea María Reina donde estuve tres años.
Después con las junioras nos fuimos a una comunidad de inserción en una población bien brava que se llama Santa Ana, en la comuna de Recoleta. Ahí estuve cinco años y puedo decir que fueron los años más lindos de mi vida porque compartimos la vida con la gente más pobre, me sentía verdaderamente pastora en medio de ese rebaño tan diverso y con tantos retos.
Luego vinieron siete años como Provincial, con todo este gran reto de la unión con Bolivia y ahora aquí con el Centro de Espiritualidad, tratando de dar lo mejor, muy entusiasmada con dos buenas ayudas, la hermana Angélica Guzmán y el laico Jaime Carmona, trabajamos como equipo muy bien y con bastantes proyecciones.
Desde hace un año atrás que el Centro de Espiritualidad se trasladó a la ciudad de San Felipe; el Consejo nos presentó esta posibilidad de irnos a San Felipe. Por el mismo hecho de ser la casa fundante en Chile y además acá está el Museo, los Archivos, la memoria histórica de la Provincia. Nosotros dependemos de los Archivos, dependemos de la historia también para poder interpretar en ese contexto que vivió la Santa Madre, la espiritualidad, el pensamiento de nuestra fundadora. Nuestro proyecto va hacia la creación de una cultura de la misericordia
DOY LA VIDA POR MIS OVEJAS
Creo que el futuro de la vida consagrada será, sobre todo en las hermanas del Buen Pastor, estar con la gente; creo que la gente mientras más lejos se ve de Dios más imperativo se hace la necesidad de estar con ellos pues como dice San Pablo “si nadie les predica de Dios cómo van a conocerlo”. Esto sobre todo cuando uno ve situaciones tan generalizadas como la que tiene que atender la Congregación, de niñas tan vulneradas y es justamente en esas poblaciones donde uno descubre la raíz de la problemática, de las causas de por qué se llega a tal situación. Hay gente que nos necesita tanto. Como decía Jesús una las ve como ovejas sin pastor y una siente que se le conmueven las entrañas y se despierta en ti el imperativo, la pasión de entregar, de dar todo lo que eres para que experimenten con cuánto amor Dios las ama. La confianza y el cariño recibidos por parte de estas personas, es la mayor realización que uno puede sentir.
Debemos estar abiertas para que el proyecto de Dios se realice, disponibles, despojadas como la Santa Madre, la Virgen misma y todos los santos y santas. La vida consagrada de por sí es anunciadora del reino pues desde la vivencia de los votos y la vida fraterna estamos siendo testigos de la vida escatológica. Fuimos llamadas a vivir en comunidad para que juntas podamos ser capaces, apoyadas en el báculo del Pastor, de continuar la misión para la cual Él fue enviado por el Padre: que todos tengan vida y vida en abundancia. ¡Bendito sea Dios porque me ha llamado y puesto su confianza en mí!”.
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